mirando a todas partes

Wednesday, July 04, 2007

…Papara papa eu eu

Natalia se para, salta y se emociona. Empieza a mover el cuerpo de un lado al otro, sus caderas se menean. En ella todo va cada vez más rápido, cada vez más fuerte.

-¡Papara papa eu eu!- grita y frunce el seño.

-¡Me encanta esta canción!!!- le dice a la multitud. Nadie la escucha y no le importa. Tampoco le importa que la vean, ella canta, aplaude y su cabeza va simultáneamente con el beat.

-¡Papara papa eu eu!- dice de nuevo mientras mueve los brazos y disfruta ese momento como si fuera el último.

Natalia piensa que ya son bastantes años de colegio, algunos novios, tantos cortos veranos y pocos semestres universitarios desde la última vez que la escuchó. Se le había olvidado que existe y que le gustaba tanto. Cuántos buenos recuerdos le vienen como un flash a la mente. -Papara papa eu eu- se dice a sí misma.

Si no fuera por vergüenza o por la poca cordura que le queda agitaría los brazos, saltaría más alto, se movería más bruscamente o talvez invitaría a todos los parcos a bailar con ella. Les diría que se agarren de las manos para que después todos juntos ritualicen en un imperfecto círculo saltarín. -Que divertido- piensa. Quedaría muy bien en una película o en un video de MTV. Es la clásica escena para un musical juvenil. Natalia ríe.

Mira a su alrededor y siente que al menos esos segundos todos están vivos, son enérgicos y poderosos. Es un deleite para sus sentidos. -Esto es vida- concluye. La vida que a ella le gusta. Todos saltan, bailan, los une la música, el alcohol, el sudor, los cuerpos. Es una unión en secreto, no firmada, pero presente en el silencio del ruido con gente que no se conoce pero que se entiende y se identifica.

Aquí se desahogan, se olvidan de lo importante: de tener que ser responsables, de crecer y pasar a estar guardados en la casa, descansando de ese horario fijo, de ese de 9 a 5. De un trabajo, un terno y una quincena… Esa euforia no se les agota, no son monótonos caminantes de la multitud sino que se atreven a alzar el brazo, aprovechan la noche y el día. Estos jóvenes aman y regalan por montones ese sentimiento.

-¡El amor es bailaaaaar!- Natalia canta como si fuese un karaoke y esa canción la hubiera escogido ella para su desenfrenado público.

La música es una suerte de péndulo que siempre le lleva a su pasado adolescente y le trae de nuevo a un presente incierto, pero de todos modos excitante. Este se convirtió en su momento de meditación (en baile) que lo tiene que disfrutar al máximo mientras transcurren esos 4 minutos.

-Papara papa eu eu- le susurra al de al lado y se sigue moviendo

Para Natalia la felicidad es solo momentos, y cuando llegan hay que respirarlos y sentirlos en la mente y en el corazón. Si se puede cerrar los ojos y hasta saborearlos sutilmente, como a la cerveza, q ahora tiene entre sus manos.

Cuando regresa a casa, sus oídos descansan de tanta confusión y hay una sonrisa bien fija en su rostro. Su cuerpo, más bien, se ha vuelto desequilibrado. Se mueve silenciosa, se saca los zapatos para no hacer ruido, cada movimiento es torpe y con mucho esfuerzo. Le tortura pensar que ahora tiene que subir las gradas -falta poco- se dice, mientras lo hace se golpea los dedos.

-¡Mierda!- dice en voz baja y sonríe con picardía.

En el momento en que el pie todavía adolorido pisa su cuarto, le viene el sueño, el agotamiento. Ya casi sin fuerzas se pone sus pijamas y se lava la cara. Cierra la puerta, apaga la luz, ese fue su último esfuerzo, se lanza a la cama y suspira. El ultimo pensamiento:

Papara papa eu eu…

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